7 ene 2010

Peligrosa vuelta del Machupicchu

Si interesante fue el camino de ida para el Machupichu, mucho más divertida fue la bajada. Resumiré bastante. El plan era regresar ese mismo día a Cusco, así que después de visitar la ciudadela tranquilamente toda la mañana, bajamos –de nuevo andando por el rompepiernas- y en un estado de deshidratación y hambruna importante decidimos emprender sin pausa nuestro retorno a la central hidroeléctrica –de nuevo otras dos hora de caminata por la vía del tren-. Se nos apareció un ángel en forma de campesina y nos vendió un par de panes con queso que en ese momento sabía a lechón al horno con su guarnición. Ahí mismo enganchamos al que sería un compañero de viaje para los próximos días, un jovencito inglés que andaba medio perdido, el característico Richard.

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Delicioso pan con queso Antonio, Richard y el ángel

Juntos los tres, caminábamos y caminábamos por la vía del tren. Forzamos tanto la máquina –recordemos que veníamos de subir durante dos horas la montaña, visitar 6 horas la ciudadela, bajar andando la montaña de nuevo y otros 8km por las piedras de la vía del tren- que Antonio se rompió y se medio lesionó de una rodilla. El caso es que por fin llegamos a la hidroeléctrica y con suerte cogimos el último coche que nos llevaba a Santa Teresa. En el taxi iban 3 chicas más: María, Rosemary y Maribel. Conversamos desde el maletero del taxi con las chicas y nos dijeron que ellas iban también a Santa Teresa, lugar alejado del turismo y que gozaba de tener unas pozas termales espectaculares. Así que como ya era bastante tarde y estábamos literalmente molidos vimos como buena opción irnos con las chicas, disfrutar nuestro premio termal y ya partir a la mañana siguiente para Cusco.

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Y ahora viene la chicha de todo esto. Nos situamos en Santa Teresa el día 30 de diciembre. Después de desayunar como se merecía volvemos por la carretera de la muerte hacia Santa María. Regresamos las 3 chicas, Richard el inglés, Antonio y yo. Una vez en Santa María negociamos el precio de una furgoneta que nos lleve a Cusco en 5 horas. Después de esperar casi dos hora para que el transporte nos recogiera por fin salimos. Se nos unen dos jóvenes peruanos que celebran con cerveza que por fin se van a reunir con sus familias para año nuevo. La carretera está mala, es época de lluvias y los derrumbes hacen estragos en la montaña. No hace mucho nos cuentan como un pueblo entero fue arrasado por una riada que todo destruyó. La carretera se pica a más de 4000 metros y el frio y la lluvia acecha. Todo iba bien hasta que pufffffff! caravana y parón. Nos bajamos de la furgo y vemos esto.

PC300110 Vistas del derrumbe PC300112Todo el mundo echaba una mano para despejar

PC300111 Arrimando el hombro para poder pasar

Cuando después de una hora de trabajo quitando piedra a piedra conseguimos pasar, todos celebrábamos en la furgo lo que podía ser una faena: quedarse atrapado en mitad de la montaña. Recuerdo que incluso abrimos unas latas de cerveza que nos invitaron los chavales. Pero nada más lejos de la realidad, apenas 2 km después nos encontramos con esta estampa, ahora mucho más dura.

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Esta vez no fueron tres piedritas las que obstaculizaban la carretera, ni un fino chorro de agua lo que caía de la montaña. Era un desprendimiento de gran parte de la montaña, con una fuerte torrencial bajando de la misma y con un serio riesgo de que donde estábamos fuera  absorbido por un alud o movimiento de tierra. Tú mismo te dabas cuenta de la fragilidad de la montaña al sacar con un dedo todo el material que quisieses.

Eran las 5 pm, estábamos atrapados entre dos derrumbes a más de 400o metros y la noche amenazaba con caer. Eso sí, unas vistas muy bonitas. A la hora llegó la máquinaria, tampoco mucha, sólo una máquina.

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Calculé como unos 300 afectados, más de 70 vehículos atrapados como nosotros. La incertidumbre acechaba sobre todo el mundo y la gente buscaba soluciones. Había un policía que se tuvo que comer todo el marrón. El problema era que el maquinista, debido a su inexperiencia o su inoperancia, no se atrevía a meterse con semejante maquinaria pesada a despejar de piedras la carretera. Al otro lado de la riada otro operario pedía a gritos que se acercara y que él lo hacía, pero  el relevo fue imposible. Así que entre casi una medio revuelta popular, el operario decidió unilateralmente no trabajar y esperar a que la corriente bajara para intentar despejar el camino. Con lo que todos los allí presentes, enfadados y desesperados por el frio y el hambre, regresamos a las 6pm a nuestros vehículos simplemente a la espera de que bajara la corriente y casi rezando para que no lloviese en la tierras altas, cosa que fácilmente podía producir alargar más el bloqueo incluso durante días.

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La noche terminó de caer, nos tuvimos que aguantar el hambre, la sed y el frio, y para desgracia y entretenimiento de unos yo me puse a amenizar el tiempo muerto con historietas de mi anterior viaje a México. No me quejo mucho de esa noche, pero eso sí, siempre me acordaré que tuve la mala suerte de tener el peor asiento.

La cosa terminó a las 2am. Por fin bajó la fuerza del agua y atravesamos el derrumbe. Llegamos a Cusco el mismo día 31 por la mañana y encima sin alojamiento. Nadie puede decir que no fue original nuestra despedida. Lo peor de todo fue que los dos chicos nunca llegaron para estar con su familia esa noche.

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