Llegamos a Puerto Suárez con intención cruzar la frontera esa misma tarde, pero ya no había más buses con lo que tuvimos que hacer noche allí. Aparentemente un sitio tranquilo, nos encontramos con el último pueblo boliviano antes de cruzar a Brasil.
Pillamos un taxi y después de negociar el precio (ya me dijo una señora que no más de 5 bolivianos), Federico el taxista nos llevó al hostel Roboré. Me ducho y salimos a comer algo. Tuvimos la maravillosa idea de comprar en el super y hacernos bocadillos (hasta ahí bien) e ir a comérnoslos en un hermoso y verde parquecito. Así que nos sentamos en un banquito, abrimos la cervecita, nos echamos las lonchas de jamón y queso en el pan y después de 5 minutos ya teníamos cada uno más de 379 picaduras de mosquito. ERROR! Si no había nadie en el parquecito sería por algo…
Con el fracaso de la batalla vencida por paliza contra un régimen de silenciosos mosquitos, salimos derrotados dirección al hostel a echarnos alguna crema, desesperados, sin poder parar de rascarnos cada cm de nuestra piel. Después de darnos una última vuelta –eso sí, manteniendo una distancia de seguridad amplia sobre el anterior campo de batalla- damos por terminado el día. Mañana Brasil, yujuuuu!!
Ahh, pero antes mirad qué regalito me dejó uno de ellos mientras dormía. El muy hijo puta me picó en el párpado y me dejó 36horas con un ojo a la virulé. Mosquitos de Puerto Suárez, nunca os olvidaremos.
jajajajjaja, te gano la pelea el mosquito eh?
ResponderEliminar